A los 57 años, Sandra Testa se recibió de Técnica en Administración Pública y se convirtió en la primera de su familia en obtener un título. Superó una infancia marcada por el desánimo, y un diagnóstico que cambió su vida. Hoy, su historia es un testimonio de lucha, amor propio y segundas oportunidades. Una historia contada en primera persona, en los estudios de AIRE LIBRE FM.
A los 57 años, Sandra Testa recibió su título de Técnica en Administración Pública en el CENT 35. Pero detrás del diploma hay mucho más que un logro académico: hay una vida marcada por desafíos, enfermedades y prejuicios que ella transformó en motivación. Su historia no es solo de superación; es una lección de vida.
“Para mí, era un sueño inalcanzable tener el secundario”, reconoce Sandra. La vida le había enseñado, desde muy joven, a sobrevivir a los golpes. “A veces, la familia, queriendo o sin querer, te dice que no podés, que sos burra, que para qué vas a intentarlo. Y yo crecí con ese chip”.
En 1999, recibió un diagnóstico que cambiaría su percepción del tiempo: VIH. Entonces, decidió dedicarse a crear recuerdos con sus hijos, convencida de que su vida no sería larga. Años después, en 2017, un derrame pericárdico casi la deja sin vida. Fue derivada a Buenos Aires “sin esperanzas”, pero volvió. Regresó a su casa con la salud debilitada, parte del pericardio extirpado y la fuerza de voluntad intacta. “Esa Navidad le dije a mis hijos que un día iba a tener mi título secundario”.
La promesa se cumplió.
Un año más tarde, su hijo la sorprendió: “Vamos, ¿me acompañás?”, le dijo, y la llevó al CENT N°1. Pensó que él iba a anotarse para rendir materias. Pero no. La anotó a ella. “¡Qué vergüenza! Me quería morir”, recuerda entre risas. Desde entonces, comenzó una etapa que transformó su vida.
Sandra no solo terminó la secundaria, sino que fue abanderada, y continuó con una tecnicatura. “Fue una pelea constante conmigo. No competía con nadie, me tenía que demostrar a mí misma que sí podía”.
Pese a las secuelas de salud, incluida una amnesia anterógrada que le dificulta la memoria a corto plazo, nunca bajó los brazos. “Tenía que estudiar más, repetir todo una y otra vez. Pero disfruté cada parte del proceso: comprar lapiceras con dibujitos, estar en clase, hacer amigos, preguntar sin vergüenza”.
Lo más valioso, dice, fue el acompañamiento de su familia. “Mis hijos me daban fuerza. Mi hija menor ahora me consulta sobre derecho, y puedo explicarle. Es una sensación maravillosa. Antes no podía ayudar a mis hijas mayores con nada de la escuela. Ahora, soy la primera en mi familia en recibirse, y la más grande se inscribió para empezar a estudiar”.
Sandra no predica con palabras vacías. “No les digo ‘hacé lo que yo te digo’, les muestro que sí se puede. Que si algo te gusta, aunque tengas miedo, lo intentes”.
Hoy, sigue formándose, pensando en una licenciatura. Pero, sobre todo, sigue inspirando. Porque como ella misma demuestra, nunca es tarde para empezar de nuevo y demostrar que los límites también se pueden romper.
(EN EL AUDIO LA ENTREVISTA COMPLETA)
() Aire Libre FM 96.3: