El que fuera cura Párroco de la Misión Salesiana, José Zink, falleció en un accidente vial el 3 de julio de 2004. Fue un protagonista fundamental de la vida cotidiana de los riograndenses durante cuatro décadas. AIRE LIBRE FM lo recordó visitando el Museo en la Misión Salesiana y entrevistando a Carlos Martinic.
“El fallecimiento del Padre Zink si bien es un hecho trágico, lo inmortalizó en la memoria de Río Grande de una manera muy particular. Justamente él estaba yendo a ver a una persona que necesitaba asistencia espiritual y en ese ir a asistir a alguien entregó su vida yendo a cuidar a su pueblo, que era lo que él más quería. Y entregó su vida ahí entre la cruz y el monumento al ovejero, que eran sus dos grandes pasiones, sus dos grandes amores. El Padre Zink quedó grabado en la memoria de Río Grande porque verdaderamente llegó en 1956 y desde entonces no se fue de Tierra del Fuego, estuvo algún periodo en Ushuaia como párroco donde asistió a las personas que sobrevivieron del hundimiento del General Belgrano en el 82. Después volvió a Río Grande y siguió con sus tareas como párroco rural visitando cada rincón inhóspito de Tierra del Fuego donde la gente no se imaginaba que podía llegar un cura, aparecía el caballo y un tipo con sotana arriba que venía a rezar la misa, traer la bendición y compartir un mate con los pobladores rurales”, señaló.
Ha quedado grabado en el recuerdo y el corazón de mucha gente. ¿Por qué crees que esto suceda?
“Creo que quedó grabado en el corazón de la gente por la sencillez. El Padre si bien era un hombre de ciencia, enseñaba ciencias, podía hablar con científicos, podía hablar con expertos en ciertas materias, era un tipo muy sencillo que era capaz de bajarse y hacerse humilde con los humildes y acompañar a las personas desde la sencillez. Tomando un mate, charlando, contando un chiste. Los que lo conocieron profundamente dicen, si uno le pedía hablar de caballos, estaba todo el día hablando de caballos porque era fanático de ellos. Incluso muchas veces ensillaba al gringo que era su caballo y salía a recorrer la escuela en su caballo. Incluso esto, estaba siempre al lado de la gente. Si vos llegabas a la misión, estaba abierta su oficina, te convidaba un mate, tenía esa disponibilidad de estar cercano y atento a escuchar y de resolver prácticamente cosas que a veces son muy engorrosas. Entre los trámites de bautismo, de casamiento, etcétera, que a veces la iglesia tiene todo un dogma de pedir ciertos papeleríos, etcétera, él lo resolvía fácilmente. Vengan enseguida que lo bautizamos y se resolvió, después vemos cómo arreglamos los papeles. Eso de lo pragmático ha hecho que también la gente lo quiera muchísimo y lo valore”.
Sos una persona que siempre estuvo muy relacionada a los Salesianos, ¿Tuviste ese momento, ese encuentro con él?
“Sí, yo lo conocí desde siempre. Incluso en las fotos del casamiento de mi papá ya aparece el Padre Sig, mamá contaba que a ella la bautizó con el agua del lago Fagnano porque vivían en Tolhuin cuando nació. Y toda la vida fue muy cercano, incluso era el padrino de uno de mis tíos, padrino de bautismo de uno de mis tíos. Y cuando yo era chiquito participaba en las misas de la escuela y en una de ellas el Padre Zink me dio como una campanita para que yo toque. Me dice, cuando yo diga tal palabra vos toca la campanita. Nunca en mi vida había prestado atención a las palabras que se decían en la misa y llegó el momento y yo no tocaba la campana y todo el mundo esperando que toque la campana, entonces me tocó el hombro así para que toque la campana con euforia. Y bueno, de alguna manera tenía como esto, esos gestos sencillos que hacían que uno se sienta parte. Cuando uno venía a los bautismos acá en la misión siempre agarraba y te daba, vos teneme el libro para que yo lo lea. Y eso te hacía sentir parte, te hacía sentir partícipe de todas esas celebraciones en las que a veces, sobre todo los niños, uno termina como excluidos en las celebraciones y él tenía la capacidad de convocar y de querer que uno venga”.
Recién recorríamos el Museo y hay un sector que está dedicado a él. ¿Qué es lo que se va a encontrar el vecino que se acerque?
“Sí, en el museo tenemos un sector dedicado a él en el que se exponen un poco sus pertenencias, su historia, se encuentran los premios que recibió, los mates que coleccionaba, su biblioteca personal, la ropa típica que uno lo veía andar a caballo con su sotana. El venir al museo es encontrarse un poco con esto, con la historia de Río Grande en general y en particular hay como un lugar dedicado al Padre Sin que quedó grabado para siempre en el corazón de todos los fueguinos”.
Por último, detalló que “los horarios que estamos trabajando en el museo son de lunes a viernes de 1 a 17, 30 horas, sin problema pueden acercarse en ese horario y si no por la mañana, martes y jueves de 9 a 12 y media. Siempre el museo está abierto, se cobra una pequeña colaboración para el mantenimiento del edificio, limpieza, etc”.